Capítulo 4: El príncipe de Falyon

viernes, 13 de julio de 2007

En una ciudad lejana, apenas recordada por ser la sede de varias batallas importantes en la guerra pasada, podía distinguirse en la gente un gran ánimo de superación, teniendo fe en que su líder los llevaría a una nueva era próspera y tranquila.



El monarca de Falyon, su majestad Fidias, había firmado el tratado de paz con sus enemigos de Redria, dirigidos por Ángelo, rey de la nación opuesta. Parecía que los tiempos de paz al fin habían llegado y es por eso que ahora el ciclo de restauración estaba en proceso, tanto como en los territorios de Fidias, como en los territorios de su antiguo rival.

Las posesiones del rey eran abundantes claro está, sus grandes riquezas se reflejaban tan solo en la fachada de su abundante palacio, lleno de pequeños detalles por donde quiera que se le pudiera admirar, toda una belleza arquitectónica. Mas sin embargo comparado con todas sus pertenencias, había algo con más valor que todo eso junto… Su familia.

El día era ocupado en los interiores del palacio, su majestad se disponía a tomar unos momentos de reposo en el jardín principal del palacio al lado de su esposa, la reina Yara, la feminidad y belleza de la gran señora de Falyon, era reconocida en toda la región, su percepción en la estética era el mas fino, de carácter dulce y refinado, su cabello era de un tono castaño claro recogido de una manera única, era una trenza entrelazada cuidadosamente, adornada por un moño de un tamaño adecuado a la forma de su cabello, en la parte del frente se notaban algunos mechones rizados los cuales denotaban belleza en su rostro, su pequeña corona adornaba su cabeza, esta era una bella pieza de joyería, esta podía semejarse con una tiara, con detalles dorados y una esmeralda tallada en el centro, su majestad siempre vestía los mejores vestidos diseñados por los mejores costureros.

También su esposo le gustaba vestir de manera elegante, a Fidias le gustaba su combinación de un saco largo adornado por pequeños botones de oro, combinado por un pantalón ajustado estilo militar, botas de cuero negro con un diseño elegante, digno de un rey, su espalda ancha y acabada por la edad era cubierta por una capa aterciopelada, la cual se abría del costado, cuidadosamente cortada y larga hasta la parte baja de la cadera, toda cuidadosamente elaborada y tejida con hilo de oro, adornando la cabeza del pontífice estaba la corona que representaba el cargo mas alto de Falyon, esta corona había sido otorgada en su familia por generaciones, la corona real también era una pieza única, oro puro con pequeños rubíes incrustados en cada una de las terminaciones… algo que destacaba a esta joya era el símbolo real en el centro de esta.

Los monarcas admiraban cuidadosamente su esplendoroso jardín, su belleza podía ser comparada por un mismo cultivo para los dioses, ya que siempre era dirigido por la reina en persona, cada detalle era importante en su cuidado, desde el abono y la forma de regar cada una de las flores que adornaban aquel reluciente paisaje, ellos se sentían orgullosos de ver crecer día con día cada uno de los ocupantes de su amada posesión, entre las partes mas importantes de este estaban la sección de rosas negras, una variedad muy rara en el continente, solo crecen en las partes fértiles de las praderas élficas, solo los mismos elfos saben como cuidar esta flor única, ya que tiene la propiedad de prevenir la muerte, mas sin embargo no siempre era efectivo, se decía que se necesitaba algo mas que el deseo de reanimar a la persona para que esta funcionara.

Desde tiempos de posguerra a los señores de esta gran ciudad les había gustado tener variedades únicas de vegetación dentro de su amado Jardín, les gustaba comer de sus manzanos y de su pequeño cultivo de vid, otra de sus raras posesiones era la Zerqueza, una planta que crecía en lugares extremosos, esta era de un color anaranjado, lucía bella para ser de origen desértico. Su majestad, la reina Yara se acercó a darle las pequeñas gotas de agua que esta necesitaba para crecer de forma normal y no marchitase, Fidias observaba como su esposa sentía una gran pasión por conservar sus bellas plantas.

Después de pasar por cada una de las diferentes especies vegetativas, pasaron a la última y más valiosa de todas… su tamaño era impresionante, sin duda era el alma de aquel asombroso edén, desde el centro de aquel verde terreno, podía admirarse un colosal árbol, su tronco era blanco con pequeños manchones marrón claro, sus frondosas ramas se extendían por encima de todo, sus hojas eran de un tono violeta, sus pequeñas flores blancas adornaban su copa, sin duda era el árbol mas hermoso que jamás podría admirar una persona.

-Parece ser que nuestro precioso árbol sigue creciendo alegre querido- Resaltó Yara, mientras lo observaba con ojos de admiración y esperanza.

-Si así es cariño, ojala pudieran existir mas árboles como este- Contestó el rey

-hmm, tienes razón al menos nuestro querido Alda Tuil sigue aquí con nosotros

Después de la pequeña charla, los dos dieron media vuelta y tomados por el brazo empezaron su recorrido de nuevo a los interiores del palacio.

-Fidias, ¿aun recuerdas como fue que encontramos a Alda?- Pregunto su esposa mientras recorrían su camino.

El monarca al escuchar esto cerró sus ojos, y de pronto se perdió entre sus recuerdos… aquellos momentos de su juventud, de pronto en su mente aparecieron en una colina de Falyon, que es la actual localización del palacio real, dos pequeños niños, los cuales jugaban alegres por aquellos pacíficos lugares…

-¡Fidias, espérame con este vestido no puedo correr tan rápido!- Grito desesperada una pequeña niña, detrás de un jovencillo que se adelantaba con prisa

-¡Vamos Yara, este lugar se ve maravilloso, aquí no nos tienen apresados como en el palacio!-Grito el niño entusiasmado con el paisaje.

Los dos pequeños corrieron por aquellos pastos elíseos, al final el pequeño se cansó de correr y cayó rendido en la abundante vegetación silvestre. Por su parte la jovencita venía ya a un paso más lento también por el cansancio.

-¡Tu padre te mal educa demasiado Fidias!, ¿que no sabes que debes esperar a una dama?- Pregunto decepcionada la pequeña mientras recuperaba el aliento.

-Tranquila, tú sabes que en nuestros palacios solo nos tienen encerrados, lo bueno es que este día que me visitaste, es cuando por fin pude idear el plan para escapar- Contestó el pequeño quien parecía estar más relajado después de haber corrido una gran distancia.

-Bueno al menos este lugar es precioso, desde aquí puedo ver tu hogar

-Si, pero mejor disfrutemos de esta tarde- dijo el joven Fidias no importándole mucho el regresar a palacio.

La pequeña se levanto y se dirigió hacia adentro del lugar.

-Vamos, si me trajiste hasta aquí, al menos lleva a tu futura esposa a dar un paseo- Dijo ella mientras caminaba.

-¡Oye!, esas son cosas de adultos, no estés hablando como mi madre.

-Je je- Rió la pequeña al verlo apenado, después de sus palabras.

Los dos niños se dispusieron a continuar su camino, de pronto la imagen cambio en los recuerdos del monarca, los dos pequeños habían encontrado un pequeño arbolito, el cual no llevaba mas de un año ahí, aun así nunca habían visto algo similar, su pequeño tronco blanco y apenas unas hojas violetas, hacían ese árbol, algo fuera de lo común.

Al observar el pequeño retoño, los dos pequeños quedaron casi hipnotizados, era tan extraño, que normalmente al ver un tipo de planta o árbol silvestre, siempre se le podía ver acompañado de otro similar.

-¿no es hermoso?- preguntó la pequeña sin quitar la vista del pequeño retoño- ¿Qué clase de árbol será?

-No lo sé, aunque me han puesto a memorizar distintos tipos de especies en Falyon, nunca me mencionaron alguna parecida a esta- respondió el pequeño.

-Se ve tan solo- el rostro de Yara cambió a uno de tristeza- ¿Por qué no hay más árboles como este?

-Quizás alguien planto este árbol aquí por una razón especial…

-Pongámosle un nombre Fidias.

-¿Un nombre?

El pequeño se quedó meditando, ¿Qué clase de nombre se le podría poner a un árbol?

-… ¿Que te parece Violeta?- sugirió Yara mientras tocaba las hojas

-No, demasiado obvio- se negó inmediatamente- es como si a cualquier otro le quisieras poner “Verde”.

-hmm, creo que tienes razón- Aceptó la niña, aunque no por gusto.

-¿Qué te parece “Alda Tuil”, Yara?

-¿Alda Tuil?

-Si, significa árbol de primavera en elfito, y pareciera como que este árbol hubiera absorbido la misma esencia de la primavera

-Es cierto- dijo la pequeña con una cara de alegría- “Alda Tuil”, así lo llamaremos.

De pronto aquellos recuerdos se borraron de la mente del rey, abrió los ojos y dijo:

-Si amada mía, aun recuerdo aquellos días.

-Y en cuanto nos casamos, decidimos construir nuestro palacio a su lado- Agregó su majestad, la reina.

-Si, tienes razón.

-Querido, ¿has visto a Vahn por algún lado?- preguntó la reina algo desesperada.

-No querida, aunque tú y yo sabemos, que a ese muchacho solo le gusta una cosa, así que podemos asumir donde puede estar…

Lejos del lugar en donde se encontraban los señores de Falyon, en otro espacio del palacio, se podía hallar la armería, y dentro de sus muros, estaba el lugar de entrenamiento de los guerreros de la ciudad, situado en un lugar aun iluminado por la luz natural, gracias a las ventanas que se encontraban en la parte alta de la habitación, había armas por doquier en este lugar, algunas solo para decorar el lugar, mientras que otras ya se les podía notar algo de uso.

En este cuarto de entrenamiento se llevaban a cabo batallas para preparar a los soldados, el general Rygard, observaba y dirigía todos los ejercicios para entrenar a los hombres que se pondrían al servicio de su majestad. El general era un hombre de edad, maduro y de ojo parchado.

Desde el momento que Rygard perdió el ojo derecho, nadie mas había podido herirlo, se decía que no podía ser vencido en batalla.

Mientras diferentes aspirantes a caballero demostraban sus habilidades, había por su lado un personaje que destacaba entre todos los demás; en una esquina, dos soldados escuchaban con atención, lo que decía un hombre de aspecto noble, llevaba una camisa larga la cual se dividía por el cinturón, la camisa era de manga corta con algunas llamas dibujadas en los bordes, vistas color dorado, también usaba unos pantalones blancos ajustados, botas color negro de buen cuero y unos guanteletes que solo cubrían la mano; su cabello era negro largo de la parte trasera recogido por una cinta roja y ojos color miel.

-… Y así fue, y es por eso que ahora puedo presentarme libremente, sin que aquel bellaco pueda dirigirme la palabra- Terminaba de decir aquella misteriosa pero presumida figura.

-¡oh!, pero si es usted muy fuerte señor- Dijo uno de los soldados que escuchaban.

-¿Podría algún día darnos algunas lecciones?- Dijo el otro aspirante

-Ja ja, - rió el extraño- ¡Claro que si!, pero pueden llamarme por mi nombre…

-¡¡Vahn!!- Gritó el general quién lo había estado observando con enojo- ¡Te he dicho que este no es lugar para presumir, si quieres hacerlo, puedes retirarte!

-General, esta práctica es muy aburrida, ¿Por qué no me deja mostrarles lo que un verdadero guerrero puede hacer?

-¿Otra vez presumiendo, eh?- Dijo el general molesto- Muy bien Vahn pasa al frente.

Será un gusto General.

El príncipe caminó hacia el centro con calma y un caminado elegante.

-¡Muy bien señores, quiero que me demuestren su hombría, quiero que todos ataquen al príncipe Vahn, quién logre derrotarlo, obtendrá el título de caballero!

En ese momento nadie dijo nada, sabían que era el príncipe, pero aun así el título de caballero, era un precio tentador. Mas sin embargo, Vahn no cambió su rostro lleno de orgullo, el seguía parado con una sonrisa, esperando quien sería el primero.

En cuanto el mensaje llegó a sus oídos, cuatro de los presente prepararon sus armas y se acercaron al príncipe, quién no parecía estar armado.

-¡No está armado, aprovechen!- Gritó uno de ellos desesperado por recibir su recompensa.

Los otros tres siguieron al que alzó la voz, quién corrió desesperado con un mazo en su mano derecha, el príncipe solo levanto sus puños, el soldado amenazante intentó dar un golpe en la parte del tórax, así no tendría que matar al miembro real y ser juzgado después, pero Vahn esquivó la peligrosa arma dando un salto hacia atrás, alejándose del peligro, en seguida dio otro salto impulsándose hacia su oponente, colocó un puño atrás y en el aire giró la cadera para impactar un gran golpe en el rostro del soldado, este cayó hacia atrás de una forma violenta.

Los otros hombres quedaron sorprendidos al ver tal hazaña, parecía ser que algunos de los presentes ya conocían las habilidades del noble, pero aun así se dieron cuenta del progreso de su entrenamiento.

El soldado noqueado por el golpe trató de levantarse del piso, su nariz estaba sangrando, apenas podía pelear, aunque esté no se mantuvo por mucho tiempo en pie, ya que el príncipe volvió a impactar su rostro, dejándolo inconciente.

Los otros tres no dejaron su camino, se acercaron con cuidado, estos tres llevaban espada y escudo corto, fácil de manejar y no tan pesado, esta vez no sería fácil para Vahn impactarlos desarmado. De pronto los hombres trataron de atacarlo al mismo tiempo, pero el joven noble tomó velozmente de su cinturón una empuñadura de espada carente de hoja, la puso al frente e inmediatamente surgió en resplandor de su guarda… por unos segundos, el lugar quedó en silencio después de escuchar como unos metales chocaban, la espada de aquel joven había crecido… este se asemejaba a una claymore en tamaño, su hoja era blanca totalmente lisa, parecía una espada mágica.

-¡No puede ser… jamás pensé verlo con mis ojos!- Dijo uno de los que observaban- Esa espada… es una espada blanca.

Y así era, las espadas blancas eran diseños costosos, solo los Dwarfos de las montañas podían crearlas, su proceso era en extremo peligroso, sus componentes son distintos elementos mágicos combinados con el acero de estos mismos seres… el resultado, es una espada la cual guarda su hoja en su guarda, así no estorba cuando se le tiene fuera de batalla, aparte su material es casi indestructible, solo los mismos enanos saben como romperla… era el arma perfecta para un noble.

La acción quedó detenida con los aceros ejerciendo fuerza, el único problema es que Vahn era solo uno contra tres, parecía que se estaba agotando, el príncipe puso una rodilla en el piso. En eso los hombres pensaron que vencerían, pero solo era un truco, en realidad el joven noble solo lo utilizó para ejercer mas fuerza por palanca, se levantó e hizo a un lado las tres armas, luego puso la gran espada a un lado y la sacudió de forma horizontal usando la parte plana del acero, el golpe fue tan fuerte, que los tres soldados salieron arrojados por la devastadora fuerza de el impacto.

Muchos intentaron vencerlo, pero el gran espadachín golpeaba uno tras otro de los que le enfrentaban. Al final solo quedó uno… este era el mejor hombre de Rygard, un coloso con una armadura completa, a este no se le podía ver el rostro, pero su gran hacha de doble filo era de respeto.

El gran soldado comenzó a girar su gran arma para evitar que su contrincante se acercase, aun así Vahn no se preocupó.

-Lo siento grandote, pero no tengo tiempo para jugar- Dijo el príncipe con su gran orgullo.

-¿Y que harás niño bonito?- preguntó el coloso

En eso el príncipe puso atrás su gran espada y con toda su fuerza la calvo en el suelo…

-¡Puño de Gaia!- Gritó el noble después de su acto.

El cuarto empezó a estremecerse, parecía como si un temblor azotara Falyon, aunque en realidad solo era adentro de la misma habitación, pronto el suelo se rasgo hasta detenerse bajo los pies del gran soldado, la tierra salió disparada desde abajo, golpeando severamente al guerrero, parecía un géiser, solo que en lugar de agua eran pequeñas partículas volando como si hubiera explotado algo. El gran soldado no se movió, lo que hacia a Vahn el ganador de la contienda.

-¡Wow!, ¡Bravo Príncipe!- Gritó uno de los soldados con el que conversaba antes.

El joven guardó su espada e hizo una reverencia, en agradecimiento al cumplido.

Pero mientras este la ejecutaba, por atrás alguien golpeo su cabeza.

-¡Estúpido muchacho, tu objetivo era derrotar a los soldados, no dejarlos heridos… y mucho menos arruinar mi lugar de entrenamiento!- Gritó fuerte y enojado el General al ver el desastre que había ocasionado.

-No te preocupes Rygard, me aseguraré que todos los daños sean reparados- Habló el rey Fidias por detrás.

Rygard volteó de inmediato con una cara pálida al escuchar su voz.

-¡S, Su majestad!- Se inclinó ente su presencia- perdone mis modales señor, es solo que…

-No necesitas explicar nada Rygard, yo me encargo- Interrumpió su majestad al general mientras este hablaba.

-Si su majestad- Contestó el general, guardando silencio después.

-Hola papá, ¿has venido a ver mi batalla?- Dijo Vahn con una sonrisa en su rostro.

-Veo que tus movimientos han mejorado mucho hijo mío, te felicito por ello.

-Gracias viejo…

-sin embargo- Lo interrumpió el rey- Tu forma de ridiculizar a tus oponentes y no tenerles algún respeto, te hace carente de honor Vahn, ya hemos discutido acerca del tema.

-lo sé- cambió su rostro a uno de desilusión- lamento haber hecho lo que hice- se volteó hacia los soldados heridos- lamento mi manera de actuar soldados, todos enorgullecen al pueblo de Falyon.

-Así está mejor- Dijo el rey- ahora es tiempo de retirarnos, tu madre te ha buscado por todos lados.

Sin decir más, los miembros de la familia real, abandonaron aquella habitación, dejando al general Rygard algo pensativo...

1 comentario:

Near dijo...

genial genial aunque no se presiento que este principe luchara contra Adriel por algun asesinato no se lo presiento... bueno ya espero la siguiente entrega
see ya
y soy primero otra vez wiii